Cuatro viajes en los que lo importante es el camino, y no el destino
Cuando pensamos en viajar, casi siempre pensamos en el destino y olvidamos por completo la importancia del camino. Hay ciertos lugares que queremos visitar y nuestra prioridad suele ser llegar cuanto antes para disponer del mayor tiempo posible en ellos. El estilo de vida que llevamos, en el que el tiempo libre es un bien demasiado precioso como para “desperdiciarlo” en el camino no nos deja mucha opción. Pero lo cierto es que existe otra forma de concebir un viaje; una en la que el recorrido es el auténtico protagonista.
Todos los que han convertido el recorrido en el propósito del viaje, en lugar de centrarse en el destino, coinciden en que se trata de una forma de viajar más enriquecedora. Es entonces cuando las vacaciones se convierten en una aventura más que en un mero viaje; en algo digno de contar, y no solo de tachar en una lista. Y la experiencia mejora cuando, además, escogemos hacer ese recorrido en un medio alejado de las comodidades de la civilización.
En este artículo os presentamos varios grandes viajes en los que el destino o el tiempo que tardemos en alcanzarlo no tienen demasiada importancia; si lo tienen, en cambio, el paisaje, el medio en el que se desarrollan.
Descenso del Yukón en canoa
El río Yukón recorre el territorio del Gran Noroeste de Canadá y el centro de Alaska, una tierra de leyenda, de buscadores de oro, de cazadores y tramperos; una tierra que ha cambiado poco desde los tiempos en los que solamente algunas tribus de las Primeras Naciones habitaban esta zona. El Yukón es también un gigante relativamente pacífico la mayor parte del año. Una vía navegable que serpentea entre desbosques subárticos, llanuras aluviales y verdes colinas.
Descender su curso en una canoa canadiense es una aventura que nos transportará a otra época, no solo porque nos permitirá emular a los personajes de las novelas de Jack London, paleando tranquilamente durante el día y acampando alrededor de un buen fuego de campamento al caer el sol; sino también por el hecho de que aquí es posible pasar días enteros sin ver una sola señal de la civilización.
Son varias las empresas que ofrecen este servicio de alquiler y guía en varios tramos del río, tanto en Canadá como en Alaska. Escojamos el que escojamos es seguro que viviremos una aventura inolvidable en un territorio de una belleza salvaje.
Namibia a tu aire
África cuenta con algunos de los paisajes vírgenes más espectaculares del mundo, pero el turismo en este continente tiende a concentrarse en unos pocos países en los que hay cierta infraestructura y, sobre todo, estabilidad política. Por alguna razón, los europeos no solemos incluir en el grupo de destinos que reúnen ambas características a Namibia, uno de los países más estables, desconocidos y diferentes del África austral.
En Namibia, el desierto, que cuenta con las dunas más altas del mundo, termina directamente en el océano. En sus playas sin fin podemos encontrar la mayor colonia de leones marinos del mundo y también cientos de barcos varados que vinieron aquí a terminar sus días oxidándose al sol. En Namibia la sabana sigue siendo un territorio virgen habitado por tribus (auténticas, no de postal) y por algunos de los mayores mamíferos de África (rinocerontes, jirafas, elefantes, leones…) que campan a sus anchas.
Pero lo que convierte a Namibia en un país ideal para los más aventureros es que se trata de un lugar que puede ser visitado por libre. Por supuesto, hay empresas que organizan circuitos, pero también es posible alquilar un todoterreno completamente equipado y recorrer el desierto a capricho. Si lo que nos asusta es dormir en mitad de la nada, siempre podemos acudir a los campings que hay regularmente repartidos por el territorio. Realmente no notaremos la diferencia, Namibia es el segundo país menos densamente poblado del mundo, lo cual significa que el espacio no es un problema; por eso, estando en un camping en Namibia es muy posible que no lleguemos siquiera a ver vuestros vecinos de parcela.
Cruzar el Atlántico a vela
Decía Judith Thurman que “todo soñador sabe que es perfectamente posible sentir nostalgia por un lugar en el que nunca se ha estado”. Si de pequeños leísteis las novelas de Julio Verne, Robert Louis Stevenson o Emilio Salgari seguramente coincidiréis con nosotros en que también es posible sentir nostalgia de grandes viajes y aventuras propias de otros tiempos.
Cruzar el océano impulsado por el viento es una de esas aventuras que muchos quisieran vivir, aunque la empresa parezca tan abrumadora que la mayoría se convenzan de que nunca podrán llevarla a cabo. Y sin embargo no se trata de un objetivo tan inalcanzable como parece.
Cientos de veleros, grandes y pequeños, parten cada año desde las islas Canarias rumbo al Caribe. Resulta que encontrar plaza en uno de ellos no es una tarea imposible. Algunos de esos veleros están capitaneados por personas con mucha experiencia que han recibido el encargo de llevar el barco al otro lado del Atlántico para que sus dueños puedan dedicar sus vacaciones a navegar por la zona. Otros pertenecen a empresas chárter que deben conducirlos al Caribe para rentabilizar allí la temporada baja del Mediterráneo. Todos ellos necesitan tripulantes.
Si tenemos suerte, aún es posible encontrar capitanes que busquen a alguien que simplemente colabore con las tareas domésticas durante la navegación (limpieza, cocina…) y comparta las guardias nocturnas. Muchos ni siquiera buscan a gente con experiencia náutica, aunque por supuesto eso será un plus. Si no encontramos este chollo, siempre podemos buscar una plaza de pago (entre 2.000 y 6.000 euros). En ambos casos el resultado será el sueño cumplido de perder la costa de vista y navegar durante una media de 20 días hacia otro continente.
Alta Ruta Pirenaica
También es posible vivir grandes aventuras cerca de casa sin necesidad de gastar grandes sumas de dinero. La Alta Ruta Pirenaica (o HRP por sus siglas en francés) es una de esas formas.
Se trata de un recorrido que une el mar Mediterráneo con el Cantábrico siguiendo más o menos la divisoria de aguas, generalmente por el lado francés. Es, por lo tanto, un camino mucho más exigente que los tradicionales GR10 y GR11 que recorren la cordillera por perfiles más amables y alejados de las grandes alturas, en el lado francés y el español respectivamente.
Por otro lado, aunque la Alta Ruta Pirenaica recorre las zonas más agrestes de la cordillera, evita deliberadamente las escaladas y las zonas demasiado técnicas. Es necesario estar en buena forma, sin duda, pero tampoco hace falta ser un escalador consumado. La gran ventaja de esta ruta es que, al discurrir por las alturas pirenaicas, casi todo el recorrido está alejado de las zonas humanizadas, por lo que nos permite estar, por unos días, alejados de la civilización. Un privilegio que, sin duda, no es muy habitual en nuestra superpoblada Europa.
Estos son solo unos ejemplos de los muchos que podríamos enumerar aquí. Lo cierto es que, para encontrar un viaje que, en lugar de una estancia en un lugar determinado, sea una aventura, solo es necesario convertir el recorrido en el protagonista absoluto de la experiencia. Al fin y al cabo, esa es la definición de viajar.